Relato corto de desamor
Relato corto de desamor para leer gratis online, de Tilo Candela, autor de la novela de misterio Los Ladrones de Dientes
El camino del olvido
Paseaba, como tantas tardes por el sendero del río, sumido en la soledad, cuando escuché de repente el sonido de un timbre de bicicleta a mis espaldas. Sin girarme, casi por instinto, me aparté del camino. Una muchacha sonriente pasó pedaleando a mi lado. Llevaba una blusa blanca de tirantes, un pantaloncito corto y una larga melena negra. Durante un momento pensé ingenuamente que, tal vez, aquella dulce sonrisa había sido una pequeña dedicatoria hacia mi persona. Estaba casi seguro de que había girado un segundo su rostro al pasar, pero no podía confirmarlo con absoluta certeza. La seguí con la mirada perdida, mientras ella se hacía cada vez más pequeña a mis ojos, hasta que, al girar en la curva del molino, dejé de verla por completo.
Entonces pude escuchar el sonido seco de unos hierros estampándose contra el suelo. No lo pensé ni un momento. Salí corriendo tras ella temiéndome lo peor, pero al llegar al molino me pude dar cuenta enseguida de que allí no había nadie. Solo el sendero vacío proyectándose hacia delante como una sombra que serpentea hasta donde se pierde la vista por el horizonte. Nada. Ni un alma. Era imposible que a ella le hubiese dado tiempo a recorrer ese espacio tan largo en tan poco tiempo. Pero la única realidad era que, hasta donde me alcanzaba la vista, allí no había nada.
Por un instante comencé a dudar de mis propios sentidos, de mis percepciones más básicas, tenía, como por dentro de las tripas una sensación muy compleja, tan desagradable que, sin pensarlo dos veces, decidí que la muchacha estaba allí, tirada de bruces en el camino, junto a su bicicleta rota.
Apenas podía ver del todo su rostro, pues lo tapaba con sus manos blancas y su melena negra, ni siquiera cuando se incorporó un poco, lo justo para sentarse en el suelo y abrazar su rodilla magullada. Cuando me agaché a socorrerla me pareció escucharla llorar. Coloqué con cuidado una mano sobre su pierna desnuda, casi sin darme cuenta de lo que hacía, para preguntarle si me había sonreído al pasar. No dijo nada. De la rodilla herida salían unos hilos de sangre recorriendo su piel tostada hasta los tobillos. Tenía los muslos tan duros y tan mojados por el sudor que mis dedos comenzaron a temblar como gelatina. Entonces algo me sobresaltó, apenas un susurro de viento que me decía al oído que debía parar.
Me separé de la chica. Dejé de sentir en la palma de mi mano el calor de su fornido gemelo. Fue sólo un segundo, necesitaba incorporarme, tomar aire, pero entonces, en un torpe pestañeo, la perdí de nuevo.
Sobre el camino sólo había una hilera de hormigas desplazándose en formación hacia un saltamontes muerto. Entonces comenzó a martirizarme la idea de haberla perdido para siempre.
Cerré los ojos y traté de recuperar su imagen a toda prisa. Al principio eran solo fragmentos inconexos; sus manos, sus piernas, sus cabellos oscuros cayéndole sobre la frente, …y también su sonrisa…y así hasta que recompuse mis recuerdos en una única figura, clara y nítida de lo que había sido ella. Pensé ingenuamente que, sólo de esa manera, podría dejarla marchar.
Tilo Candela
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